Bruja en la oficina

Bruja en la oficina

Bruja, brujísima que no te pasa información relevante cuando se la pides, que dificulta tu trabajo, que es muy simpática cuando está el jefe delante y no te da ni los buenos días cuando estáis a solas y parece que incluso se alegre cuando te van mal las cosas o no llegas con los plazos. ¿Te ha pasado?

Esa compañera que parece que te tenga envidia, quisiera tu puesto de trabajo, tu sueldo o algunos de los privilegios del mismo como el horario flexible, kilometraje, cheque gourmet o estar en las reuniones de dirección. ¡Qué sé yo!

El caso es que yo tuve una persona así en la oficina y realmente nos habíamos llevado bien desde los inicios. Ahora bien, fue ascender a responsable de departamento y comenzar con dificultades.

Recuerdo una situación en la que tuve que abandonar y salir de la empresa por no cogerla del cuello y en la que me tocaría dar explicaciones al director general de la empresa por no haber cumplido con mi palabra de entrega de un material.

Una cosa es esa competencia sana en la que queremos ser mejores que otros y, otra cosa es la rivalidad entre compañeros/as.

Y sí, digo “bruja” en femenino porque si algo he observado ya sea en el deporte o en el día a día laboral es que los hombres aún habiendo perdido un partido o haberse dado cuatro gritos por diferencias de opinión, son capaces minutos después de irse juntos a tomarse unas cervezas. Esto es algo que difícilmente pasa con las mujeres. Según he leído, pudiera deberse a una diferencia evolutiva de sexo, llamado también como la “hipótesis del guerrero” según un estudio de estudio de la psicóloga Hillary Anger Elfenbein. En esta hipótesis, los hombres se esfuerzan más en la resolución de conflictos y son más dados a la cooperación mientras que las mujeres no olvidan y consideran que no necesitan de la otra. Esto es por el hecho de tener que ir a cazar juntos o mantener una familia.

 

De todas formas, por no desviarme, lo que quiero trasladarte es lo que años más tarde aprendí de una situación incómoda, donde se podía cortar la tensión con un cuchillo, de la que volvía a casa todos los días a ponerle la cabeza como un bombo al que hoy es mi marido sobre llamémosle Silvia, con “la bruja de Silvia hoy esto y lo otro”.

 

A mí me empezaba a costar un sobre esfuerzo ir a trabajar cada día y cada movimiento de la tal Silvia incluso me molestaba y le sacaba mil pegas a todo lo que ella hacía. Sí, se había generado un efecto halo negativo difícil de eliminar que me generaba malestar a mí y a mi marido cada vez que llegaba a casa y no hablaba de otra cosa que de Silvia en plan negativo.

Todos los días me tomaba y servía como dice Borja Vilaseca, chupitos de cianuro. Sí.

Y… si te sientes identificada en esta situación la pregunta que viene a continuación quizá no te guste y es la que en su día a mí me hicieron y me hizo reaccionar:

La bruja, ¿quién es? ¿la tal Silvia o eres tú?

¿Estaría siendo un poco bruja yo también? -pensé.

Me hizo reaccionar y reflexionar sobre varias cosas:

  • Yo podría estar siendo algo bruja para la otra persona también.
  • Quizá si algo no me gusta del otro es porque pudiera ser yo lo tuviera y me costase reconocerlo. Aquello del área ciega, las proyecciones o los otros como espejo.
  • Si soy parte del problema, soy parte de la solución.
  • Será más fácil cambiar yo y la forma en la que veo las cosas que pretender cambiar a otra persona. Locus de control.
  • Poner el foco en mí, en lo que yo puedo hacer, mi responsabilidad y no en lo externo, en lo que está fuera de mi ámbito de actuación, en la queja o los “es que”. Dejar de victimizarme y fíjate pobrecita yo que Silvia esto y lo otro y, responsabilizarme.
  • De mí depende el que me afecte o no la situación. Si no la historia y frase de Viktor Frankl de que «cuando ya no podemos cambiar una situación, tenemos el desafío de cambiarnos a nosotros mismos»
  • Preguntarme: qué tengo que aprender de esta situación.
  • Hablar el tema directamente con Silvia desde una comunicación asertiva y no violenta siguiendo los pasos de Marshall Rosenberg desde:
    • Veo…
    • Siento…
    • Necesito…
    • Te pido…
  • Ir al origen de la situación y buscar distintas interpretaciones a los hechos. Algo que conocí en mis clases de coaching y aplico hoy en día con algunos clientes: la escalera de inferencias.
    • Hechos
    • Interpretación
    • Juicio (etiqueta)
    • Acción
    • Emoción

Ahí me di cuenta realmente de que al cambiar la interpretación que yo hacía de la situación y de pensar que lo hacía para fastidarme y porque quizá habría querido ser ella la persona elegida para ser responsable de departamento, la etiqueta y la emoción cambiaron radicalmente pasando de “bruja, brujísima” y  rabia y tristeza a algo completamente muy diferente como la interpretación de tomar una decisión acertada además pasando a ser la etiqueta de “profesional” y la emoción del amor en sentido amplio por la admiración de su liderazgo.

El pensamiento gatilla la emoción y ésta, la acción.

Mirando atrás la veo realmente como una MAESTRA para mí donde al poner el foco en mí, tomé conciencia de que debía desarrollar mis limitadas habilidades sociales de comunicación y mi pobre inteligencia emocional. Y sí, seguramente me comporté algo bruja.
Acabar con la frase de Jack Sparrow en la película de Piratas del Caribe.

“El problema no es el problema.
El problema, es tu actitud ante el problema”

 

Y un enorme  ¡G R A C I A S!



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